Fue al sol de la tarde esa,
con sus maletas y su auxilio,
escapando al torpe exilio
que aún la busca como presa.
Tuvo su feudo allá muy lejos,
fueron tiempos de grandeza,
entre tablas y entereza,
tuvo su trono con espejos.
Su voz era de fino linaje,
su canto encantaba a todos,
y con sus manos y sus codos,
honraba al viento y su forraje.
Logró esa noche escapar,
por San Telmo alguien la vio,
con sus recuerdos se cobijó,
balbuceando milongas sin parar.
Por Retiro aún transita,
va con su orgullo a pasear,
algunos le oyen cantar,
con esa voz que no marchita.
Hace mucho que la espero,
sueño su milonga y su bolero,
en un bar de Capital.
PUERTAS
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Como las orquídeas noctámbulas,
las puertas tienen la mala costumbre
de estar cerradas a la luz del sol,
pero esa es solo una circunstancia aparente, hijo...
Hace 6 años
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