martes, 10 de noviembre de 2009

El viaje

Sumido en vacilaciones mundanas
cabalgo iracundo entre nimbos
de embeleco,

ya todos cruzamos el océano,
pero el tiempo viaja a espaldas,

y las gaviotas de platino,
van en busca de sus huertos.

¿Quién quiere ser el primero
en escoltar la noche
que cuelga del lucero?

Tal vez hubiese necesitado otra era,
pero mis cercanos llegarían primero
pues la vida arrancó mi iris,
ofreciendo un puñado de oro
a quien animase peregrinar a mi lado,

aunque de tanto en tanto
me escolta la niebla,
pérfida cuando arriba a la
cumbre profunda,
manceba en momentos de fama,

y aunque la butaca vecina
prosigue virgen,
muchos son los que estrellarán lamentos,
porque un trapecio me cuelga como gollete,

errante

cuando las alturas alcanza,
quizás objetando mi etérea compañía,

mas

¿quién eres para creer que es cierto?

¿no titubeasteis en la acera vecina?

Y el tiempo acudió en mi amparo,
cúbreme presto, pues la estación avanza.

No quiero socorrer vuestro despiste,
mas bien, ampárame en tu designio.

Tal vez encontraremos tu morada
en la estación acaecida,

y la nieve bifurcará esos rostros,
con el halo que ustedes ofrendaron.

¿Quien dice que los dioses no lloran?

¿Si entre las siluetas venturosas
nacerá la proclama eterna?

La dádiva vana de los oportunistas.

Espero no me acompañes entonces,
pues mi letargo volaría eterno.

¿Y quien abrirá los templos?

Aunque todos lo esperen,
el hierro no forjará las manijas.

Tus pupilas latirán en certezas.
Como un compás al infinito
comprenderás que un orate te habla,

Sabrás que este viaje de ilusiones
tal vez ya recorrió tu tiempo.

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